Primer día de observaciones. 23/09/22
Partimos a siete kilómetros de la ciudad de Calama, siguiendo la quebrada del río Loa hasta un sector llamado Yalquincha, un pequeño valle que es una de las zonas de biodiversidad más próximas a la ciudad. Recientes incendios dejaron daños notorios al ingreso del valle desde la carretera. Son unas 10 hectáreas de pastizales carbonizados.
Destacado en la prensa por la presencia de una comunidad indígena del mismo nombre y de origen Quechua, la municipalidad ha dicho que quiere declarar este valle Zona de Interés Turístico, sin embargo lo que se ve a los costados del camino de tierra en mal estado que lo recorre, son instalaciones de empresas de áridos y otras pequeñas faenas relacionadas al abastecimiento de la minería local: galpones, camiones, basura industrial, un paisaje parecido al puerto seco apenas a un par de kilómetros al oeste del valle.
Se observa además que hay construcciones particulares y campings cuya arquitectura y distribución no demuestran cuidado espontáneo con el entorno o fiscalización, y que han extendido su infraestructura casi llegando hasta la línea de la crecida del río. Un miembro del equipo aficionado a las aves y que lleva varios años explorando el sector monitoreándolas, cuenta que cada vez hay más instalaciones acercándose a las aguas casi sobre los humedales, presionando el hábitat de las especies y obligando a estas a trasladarse a veces demasiado cerca de los sectores poblados y donde la presencia de perros sin tenencia responsable es lo habitual.
Se ha demarcado un sector del camino con carteles que indican "zona de pequenes", una pequeña lechuza nativa de hábitos diurnos y que desgraciadamente anida en murallones de arenisca apenas a unos metros del camino y es fácil de observar de día. Nos preocupa el grado de exposición de estos animales.
En uno de los humedales logramos observar parejas de tagua gigante y chica, patos jergones y patos puna conviviendo en relativa armonía (las territoriales taguas corretean a otras aves que se les aproximan a los sectores elegidos por ellas). De pronto aparece la visita esporádica de un solitario pato rojo macho, y una pareja de alguna especie de posibles carádridos. Hay pequeñas aves de juncales: trabajadores, una esquiva pareja de siete colores, muchos chercanes, y gorriones y chincoles. También es época en que llegan las golondrinas chilenas y avistamos varias sobre el humedal. Escuchamos la presencia de ranas, y vimos un fugaz lagarto corredor. Avistamos en las murallas del valle un águila mora y uno de sus nidos abandonados y ahora ocupado por gorriones.